El mundo despide a una figura histórica: el Papa Francisco, primer líder latinoamericano de la Iglesia católica, falleció este lunes a los 88 años, según confirmó el Vaticano. Su muerte llega tras haber sobrevivido a un episodio grave de neumonía y poco después de hacer una emotiva aparición pública en la misa de Pascua. El cardenal Kevin Farrell anunció oficialmente su fallecimiento en un comunicado televisado, marcando el cierre de un pontificado que no dejó a nadie indiferente.
Francisco, nacido como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, asumió el papado en 2013 como una sorpresa total. Conocido por su cercanía con los pobres y su estilo sencillo, optó por no vivir en los lujosos apartamentos papales, eligiendo un entorno más comunitario por salud emocional. En un Vaticano acostumbrado al protocolo, Francisco rompió moldes: usó zapatos sencillos, viajó en autos modestos y se negó a las pompas típicas del cargo, ganándose rápidamente el apodo de “el Papa del pueblo”.

Pero su papado no fue tranquilo. Francisco heredó una Iglesia golpeada por escándalos de abusos sexuales y por una burocracia vaticana dividida. Intentó impulsar reformas profundas que le valieron el aplauso de muchos y la crítica feroz de otros. Los conservadores lo acusaron de traicionar valores tradicionales, mientras que los progresistas decían que no fue lo suficientemente lejos. Aun así, su influencia es clara: nombró al 80% de los cardenales que elegirán al próximo Papa, dejando sembrada la posibilidad de continuidad a su visión.
Más allá del Vaticano, Francisco se convirtió en una figura global. Viajó por todo el mundo promoviendo el diálogo interreligioso, el cuidado del planeta y los derechos de los más vulnerables, como los migrantes. Su cercanía, sentido del humor y humanidad lo convirtieron en una celebridad internacional, especialmente entre los jóvenes. En países como Timor Oriental, donde viajó en 2024, su presencia dejó huellas profundas, como recordó su presidente al destacar su legado de justicia y fraternidad.
Su pontificado también fue marcado por una imagen sin precedentes: dos Papas vestidos de blanco coexistiendo en el Vaticano, luego de que Benedicto XVI renunciara en 2013. Ese hecho histórico abrió la puerta a una era distinta, donde Francisco representó el cambio, la inclusión y una lucha constante entre tradición y evolución. Hoy, su partida deja una Iglesia en plena transformación, un legado potente y un recuerdo imborrable en la historia moderna.